Cuando comecé con mis formaciones en asesoría de imagen, creí que hablar de imagen era algo superficial. Luego por mi propia experiencia me di cuenta que no lo era tanto pero no sabía hasta qué punto, hasta que comprendí que la forma en que nos vestimos es apenas la punta del iceberg.
Debajo hay emociones, historias y creencias que influyen en cómo nos mostramos al mundo… y en cómo nos tratamos cuando nadie nos ve.
La Psicología de la Autoimagen cambió por completo mi forma de acompañar procesos: ya no se trata solo de “verse bien”, sino de reconciliarse con la mirada propia.
Quédate hasta el final, que te revelaré como estuve llevando este ultimo mes un proceso de reconexión que me recordó además que hablar de imagen es hablar de vida.
El mito de la imagen perfecta
Nos enseñaron que la imagen se construye desde afuera: imitar referentes, seguir tendencias, corregir el “ruido en nuestra imagen”.
Pero esa búsqueda constante de perfección nos desconecta. Nos hace vestirnos para cumplir, no para expresarnos ni mucho menos para sentirnos debajo de ese vestuario.
Hoy sé que la imagen perfecta no existe, y que la verdadera coherencia aparece cuando la ropa deja de ser un disfraz y empieza a ser una extensión de lo que somos.
Lo que descubrí al estudiar Psicología de la Autoimagen
En agosto concluí ese curso aquí en brazil y durante mi formación, entendí que la imagen tiene una raíz emocional.
Cada rasgo, cada gesto y cada elección visual hablan de cómo nos percibimos.
Y que la ropa, los colores y el cuerpo son solo el lenguaje con el que esa percepción se expresa. (No hay que hacer un curso para saber esto pero sí vivirlo para entenderlo y sentirlo)
Aprendí a trabajar con los conceptos de yo real (quien soy hoy) y yo ideal (quien deseo ser). No para eliminar la distancia entre ambos, sino para hacerla habitable. Porque el problema no es tener un ideal, sino ¨castigarnos¨ por no alcanzarlo.
- 👉 Aquí te dejo un ejemplo de ese aprendizaje con este ejercicio inicial y muy reflexivo: escribe tres palabras que describan cómo te ves hoy… y tres que definan cómo te gustaría verte. Observa si hay armonía o conflicto entre ellas.
De la forma al fondo: estrategias más profundas y sostenibles
Uniendo ese conocimiento con la consultoría de imagen, vemos que esta se transforma cuando dejamos de enfocarnos solo en el color que “favorece” y empezamos a entender por qué lo elegimos. También cuando escogemos y acogemos estrategias visuales que acompañan la historia que nuestros rasgos faciales y corporales cuentan; ya que ellos revelan rasgos de personalidad, necesidades y formas de vincularnos (un mensaje más genuino)
Por eso, mi trabajo ahora parte de ejercicios que ayuden a ir restableciendo un puente entre el yo real x ideal; luego el análisis facial y corporal, no solo como herramienta estética, sino como un mapa de autoconocimiento para luego, desde ahí crear juntas estrategias visuales que acompañen la esencia de cada una, no que la anulen o la hagan insostenibles.
- 👉 Una Idea práctica si quieres ir trabajando en ello: observa tus rasgos con curiosidad, no con juicio. ¿Qué comunican tus ojos, tu postura o tu sonrisa…?
Autoimagen, autoestima y vida
El puente entre imagen y autoestima es más profundo de lo que parece.
Cuando nos desconectamos de nuestra autoimagen, perdemos vitalidad, nos comparamos y dejamos de reconocernos.
Pero cuando la habitamos con conciencia, la imagen se vuelve una forma de vida: un lenguaje de respeto, presencia y autenticidad.
Lo descubrí en mí, y también en las mujeres que quiero acompañar: la ropa puede ser un refugio o un recordatorio. Todo depende desde dónde la elegimos.
Mirar la imagen desde la psicología me enseñó que vestirse no es adornarse, es habitarse.
Cada elección visual puede ser una afirmación de vida, una oportunidad para reconciliar el yo real y el yo ideal con amabilidad.
En este nuevo ciclo quiero seguir compartiendo herramientas para que cada mujer aprenda a mirar su imagen con profundidad y amor.
Porque la verdadera transformación no ocurre en el espejo, sino dentro de ti.
Como te quedaste hasta el final, te revelo que durante septiembre practiqué 20 días de meditación para reconectar con el cuerpo y la mente. Lo que empezó como un reto de conexión para alertar por la prevención del suicidio celebrada como septiembre amarillo el dia 10, se convirtió en un viaje de autoimagen.
Si quieres vivirlo también, descarga mi guía gratuita:
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Besos de luz